Engañar a la razón a veces suele ser tan fácil que da miedo llegar a tocar el fino hilo que la separa de la locura o sin razón.
La sed que produce el describir los renglones de una vida saciada por las bridas del alma, que no deja alzar las pasiones como gritos de un ego forjado de hierro. Y divulgarlo al viento en un modo sutil y discreto, un verso de locura que trastoca un alma inquieta. Más bien la mia que me trastorna y me debora dejandome desnuda ante un ansia que escribe, borra y describe las bruscas caricias de los girones de mi mente.
Porque desarraigo los caminos que me condenanan al exilio de la razón, donde vagabunda me pierdo, abstenida de color alguno, por los barrios de los perdedores buscando los fragmentos que sueltan las largas noches. Y vuelvo cuando amanece, observando como el gran circo de la vida se derrumba ante el paso de un tiempo ya marchito, como una llama que se apaga sutilmente reflejada en la ansiedad de la sed humana.
Y mi alma sigue exausta por el ir y venir de llamadas, de personas que realmente nunca acaban diciendome nada y vuelvo a buscar el sabor en las sabanas. Sabanas, que ya lavadas se secan al sol de las miradas, que por pensar ya se creen libres y acciones aun les faltan. Y yo vuelo entre renglones de las horas de relojes que marcan un camino arraigado del peligro de la saciedad, de volver a sentirse bien y quizá mal. Que ya no rebusco en la basura, esta la guardo para si un día alguien quiere conocer la verdadera historia de este ser.